Se ha acabado la segunda temporada de Top Chef y el ganador ha sido David García. Más conocido como «Ratatouille», ha superado 15 semanas de gran cocina y de buena televisión. Es una pena que la semana que viene ya no haya emisión, porque es el primer programa de gastronomía que me ha atrapado.
Hace algunas semanas, haciendo zapping, caí en Antena 3 y me enganché. Sobre todo por lo bien que han sabido combinar ingredientes. Por un lado han utilizado el conflicto, al estilo «Gran Hermano». En el casting no eligieron a los mejores cocineros, sino a aquellos con más ego. El enfrentamiento entre Carlos y Marc ha sido de lo más comentado. Dos auténticos gallos en el mismo corral. De hecho han jugado con eso durante semanas e incluso montaron una repesca sólo para estirar el chicle cuando expulsaron a Carlos. Pero finalmente no le repescaron y fue Fran, otro concursante, el que volvió.
Pero Top Chef es mucho más que conflicto. La mecánica del concurso resulta perfecta. Te iban llevando hasta el final durante más de dos horas y te dejaban pegado a la tele hasta saber quién era el expulsado cada semana. La realización, brillante. Jugaban con la música, con efectos de sonido y con los tiros de cámara.
Y luego está Chicote. Alma máter del programa con su personalidad arrolladora y su cara de vinagre. Acompañado de dos «pinches» de lujo, como son Yayo Daporta y Susi Díaz, que no han destacado, pero han realizado su papel muy pulcramente. Susi ha puesto la sensibilidad y Yayo su retranca gallega al servicio del formato.
Top Chef ha renovado por una tercera temporada, que seguro se emitirá después de que Chicote grabe nueva temporada para la sexta con su «Pesadilla en la cocina». Y es que, en ese sentido, Atresmedia está acertando de pleno al no simultanear programas del cocinero madrileño en las dos cadenas. Es la mejor manera posible de no quemar a uno de sus presentadores estrella.