Para algunos es una horterada, para otros un divertimento. Seguramente se convertirá en una moda pasajera. Pero por el camino más de uno se está haciendo de oro con el famoso palo de selfies. Y seguramente se hubiesen hecho todavía más ricos si hubieran previsto las dimensiones del fenómeno. Muchos distribuidores se han quedado sin stock de palos debido a la alta demanda. De hecho, el otro día en un «Corte Inglés» me contaban que a ellos no les quedan y no encuentran manera de que los mayoristas les suministren.
Ha sido el regalo estrella de estas navidades y eso que en 1995 un libro publicado en Japón calificaba este invento como algo inútil. 20 años después, millones de fotografías en todo el mundo se hacen con este curioso artilugio que evita tener que pedir a nadie que nos saque una foto y que consigue, además, angulos inverosímiles. En mi opinón ya se han pasado de rosca porque llega el «belfie-stick», un palo para sacarse fotos del trasero. Se nos está yendo de las manos el temita, porque a saber qué será lo próximo.
La verdad es que es un artilugio barato y fácil de llevar, pero supongo que la gran mayoría de los palos que se han vendido estos meses, acabarán tarde o temprano en esquinas de los trasteros de todo el mundo.