Si eres político y quieres llegar alto, tienes que aparecer en «La Sexta«. Sobre todo en «La sexta noche«. Sentarse en uno de sus sillones es sinónimo de éxito. Da igual que seas de izquierdas o de derechas. Ahí se curtió Pablo Iglesias. Se hizo famoso Antonio Carmona. Y más recientemente ha sido Pablo Casado el que ha conseguido llegar a un puesto de relevancia en el Partido Popular después de aparecer semana tras semana en el programa. El nuevo vicesecretario de comunicación del PP ha sabido, de manera muy inteligente, transmitir imagen moderada de si mismo. Y esto ha llevado a Rajoy a elegirle. Está claro que se trata de un giro al centro que interesa de cara a las elecciones y Casado ha aprovechado muy bien el altavoz que le puso el programa de Iñaki López.
La relación entre «La sexta» y los políticos es simbiótica. Está claro que ambas partes se benefician. Como esos párasitos, que aunque sean diferentes, son capaces de sacar provecho el uno del otro. La evolución de esta cadena, ahora propiedad del grupo Atresmedia, ha sido sorprendente. Nació como la tele del fútbol. Con el inefable Patxi Alonso y el «crack» Andrés Montes, que en paz descanse, como rostros reconocibles. Era la cadena del «tiki taka» y poco más. De esta manera llegaban a un público muy concreto, el futbolero, y desdeñaban el resto de audiencia potencial. Fue «El follonero» el que lo cambió todo. Empezó «Salvados» como programa de cachondeo y poco a poco Évole fue ganando credibilidad y con él, la cadena. Se han especializado en información. Por eso nacieron «La sexta Noche» «Al rojo vivo» o «El Objetivo«. Además los informativos han marcado una linea editorial clara. Para mi gusto demasiado. Pero les funciona y supongo que seguirán así.
Nadie puede negar que han acertado. Ahora se califican a si mismos como la cadena del periodismo. Y de hecho superan en calidad y audiencia a «Cuatro», su competidora del grupo Mediaset. Mientras una da palos de ciego, la otra cada vez está más asentada.